Hoy no había ganas de levantarse. El Avalon Manor no tiene calefacción central y apagamos la calefacción durante la noche (paranoicos que somos… pero todo está construido en madera y con suelos de moqueta…) así que hoy salir de debajo de las sábanas se pone difícil.
En cualquier caso, hace un día despejado y el sol se empieza a levantar y a colarse por nuestra ventana. Así que nos ponemos en marcha (otra vez, sin desayunar) de camino al parque nacional de Abel Tasman. Pero antes, dos vasos de agua caliente al parabrisas… que tenía una capa de hielo interesante.
El plan es llegar al i-Site (a un par de manzanas) para que nos recomienden una ruta que se pueda hacer en un día (el recorrido por el parque son 3 días de caminata) y luego llegar hasta el parque en coche y lanzarse a andar.
Llegamos al i-Site justo cuando abren (9:00)… ¡pero ya es tarde! Nos dicen que ya no podemos llegar a tiempo de subirnos al Water Taxi que nos lleve a las playas, así que nos aconsejan hacer la mitad del primer tramo (son 3 horas, pero hay que volver al coche).
Un poco sorprendidos/decepcionados, nos subimos al coche y vamos al parque de todas formas, esperando poder llegar (por los pelos) al Water Taxi de las 9:30. Son más o menos 15 minutos de camino, y con las carambolas que hemos hecho con los aviones, esperanzas de una más no nos faltan.
De todas formas, esta vez no hay suerte. Ya ha salido la lanchita y no hay más hasta medio día. Sin embargo, el dependiente nos sugiere hacer la ruta al revés… en lugar de ir en barca a Anchorage y volver andando al coche… subir andando a la playa de Anchorage y bajar en el taxi.
Aceptamos, compramos agua para el camino y nos vamos andando al parque, echando pestes del i-Site por no habernos ni siquiera sugerido la opción. Mientas vamos al parque, vemos que hay otra compañía de taxis acuáticos que ofrece “más horarios, más viajes, más libertad”… no paramos a mirar, pero seguimos destripando a las chicas del i-Site por no habernos comentado que hay más de una forma de llegar…
En el aparcamiento de parque de Abel Tasman empezamos el desayuno con unos “ladrillos” de chocolate que nos regalaron en el Tui Lodge. En el ratito que tardamos en sacarlos de mi mochila y empezar a mordisquearlos, estábamos rodeados de Fantails (pájaros de “cola de abanico”). Son muy confiados… o quizá agresivos… era un poco como estar en la película de Hitchcock…
Nos marchamos sin dejarles ni unas migajas que picotear.
De Abel Tasman no hay mucho que contar… lo mejor es acercase con la mochila al hombro y empezar a caminar.
Es una caminata bonita, incluso en esta época (junio, principios del invierno en NZ). Casi todo el sendero está cubierto por los árboles y helechos, así que en verano parece que será fresco… en invierno la sombra no es tan necesaria… además de que la propia montaña tapa el sol durante buena parte de la mañana.
En las partes más altas, la vegetación cambia y sólo hay arbustos bajos… el cambio ocurre “de golpe”… giras una vuelta del camino y, de repente, no hay árboles. La parte buena es que las vistas son impresionantes…
Además del senderismo puro y duro, hay muchas calitas y playas pequeñas a las que se puede acceder antes de llegar a Anchorage… Nosotros paramos a picotear algo a media mañana en una de ellas. Justo esa playa la había elegido también un grupo de turistas en kayak (otra de las cosas que se pueden hacer en Abel Tasman) así que no pudimos utilizar las mesas y comimos sentados en un tronco arrastrado por el mar (o caído desde la montaña… quien sabe) mientras un par de gaviotas pedían “lo suyo” (no les tocó nada).
No deja de sorprenderme el tamaño de algunas cosas en las islas… encontramos una concha de mejillón que hace por 5 de los de nuestras rías…
Anchorage es una playa bucólica. Yo pensaba que sería algún tipo de pueblo de mar, con un bar para los playistas, un embarcadero para el taxi acuático… pero no, no es nada de eso. Es sólo una playa y un refugio para campistas.
Se pueden pasar dos noches en el refugio de Anchorage, que tiene literas, cocina, duchas y baños, pero llevando una tienda de campaña se pueden pasar otros dos días en cada una de las playas que encuentres… así que da para unas vacaciones hippies bastante exclusivas (de camping por un parque natural, en la misma playa).
Llegamos muy bien de tiempo, comimos con tranquilidad mientras otros paseantes y kayakeros iban llegando.
Cuando el taxi acuático llegó a recogernos no quedó más remedio que meter el pie en el agua para subir a la lancha (¿he dicho que no hay embarcadero?). Pero no es nada comparado con la siguiente playa… es demasiado llana para que las barcas se acerquen a la horilla y hay que andar sus buenos 20 metros por el mar (¡y es invierno!). Si visitáis esta zona, bajaros/subiros al taxi en Anchorage.
El regreso todavía nos guardaba una sorpresa… un tractor con remolque nos esperaba en la playa, metido en la orilla del mar. El Aqua Taxi se colocó encima e hicimos el resto del camino “en lancha” pero por carretera… ¡sorprendente!
Y ya no hubo tiempo para más. Volvimos al Avalon Manor a tiempo de poner una lavadora y secadora y luego irnos a cenar.
El restaurante elegido fue “The Gothic“… que está en una antigua iglesia (de las de aquí, de madera), ya desacralizada. Bien ambientado, comida estupenda y abundante (como siempre) y trato estupendo. La única pega es que no nos dejaron reservar para más tarde de las 19:00 (noche cerrada ya). Todavía no me acostumbro a los horarios de este país.
Al volver, sesión de plancha y a colocarlo todo en la maleta… ¡mañana toca hacer más kilómetros!